sábado, 30 de enero de 2016

DON CARNAL, DOÑA CUARESMA... Y LA SARDINA: CARNAVALES!!!

Comienza febrero y con él, los Carnavales en España y en algunos países de Latinoamérica. Los españoles, a los que no nos cuesta buscar razones para una buena fiesta y disfrazarnos, celebramos los carnavales más famosos en Tenerife y Cádiz, mientras otras ciudades los celebran también acordes a sus tradiciones. El sentimiento festivo de los carnavales finaliza el martes anterior al Miércoles de Ceniza, que es el último día antes de que empiecen los 40 días de ayuno y abstinencia católicos conocidos como Cuaresma. Esta ceremonia se basa en la creencia de enterrar simbólicamente nuestro pasado con la esperanza de propiciar un renacimiento a tiempos mejores.... 

 
Grabado antiguo (1870) - Xilografía - Madrid.- El Carnaval  El Prado De San Fermín Y La Pradera Del Canal (20x30), Desconocido

La instauración del cristianismo en el imperio romano conllevo la imposición de la Cuaresma, período que comienza a contarse a partir del Miércoles de Ceniza. La festividad del Carnaval, se colocó en los días anteriores a esta fecha, en los que el pueblo se entregaba a todos los placeres carnales, a los que debía renunciar durante la Cuaresma.


Pasados los Carnavales se inicia la Cuaresma, una preparación de 40 días de abstinencia y penitencia para preparar la Pascua cristiana .
El Carnaval, se compone de unas fechas claves marcadas por el Miércoles de Ceniza. El inicio de la Cuaresma se prolonga, 46 días, hasta el Domingo de Pascua de Resurrección. La fecha de carnaval varía de un año a otro, se calcula en relación con la Semana Santa, y ésta en función de la primera luna de primavera. Los días grandes del carnaval, suelen ser: Sábado, Domingo y Martes de Carnaval.

 
Carnaval en Madrid


El Carnaval es una curiosa celebración que antes de la Cuaresma cristiana le permite a la gente romper sin pudor con cánones morales, recurriendo a disfraces y excitantes cantos. Sus antecesoras más remotas fueron las celebradas hace 5.000 años en Sumeria y Egipto y las conocidas tanto en Roma como en Grecia, como "bacanales" en honor a Baco, dios pagano del vino, "lupercales" al Dios Pan y las "saturnalias"  a Saturno, a quien estaba encomendada la agricultura, y cuyo esplendor advenía con la primavera. Eran ritos celebrados en el mes de febrero y que daban cuenta del pasaje de una año a otro en que se producía la renovación del cosmos.

La fiesta en Egipto consistía en una serie de bailes y cánticos en la que los participantes usaban máscaras y disfraces como símbolo de la "inexistecia de las clases sociales". Más tarde esta tradición llegó a la Grecia del siglo VI antes de Cristo. Eso sí, algo transformada. La nueva costumbre consistía en pasear un barco con ruedas (carrus navalis) por las calles, mientras el público asistente bailaba todo tipo de danzas. De aquí llegó a Roma, tras una nueva transformación. El carro se dedicó a la diosa egipcia Isis, que propagaba el culto a los celtas y germanos. Las Saturnales eran una fiesta que los romanos celebraban cada 17 de diciembre. En ellas se elegía, normalmente por sorteo, una especie de rey de los jóvenes que ejercía su autoridad aquel día sobre sus compañeros. Y se practicaban otros ritos de inversión, como el de que los siervos se equiparasen aquel día con los amos.

Todas estas ceremonias tenían un punto en común. Estaban asociadas a fenómenos espirituales, astronómicos y a ciclos naturales y se manifestaban a través de expresiones como la danza, los cánticos, la sátira, las máscaras, y el desorden.


Disparates. Cartón de Goya.

La palabra Carnaval también proviene de aquella época. Carna val, significa adiós a la carne, la entrada de la Cuaresma, ponía fin a las fiestas de desenfreno, excitación, alegría y disfrute carnal. Era el periodo en que finaliza el invierno, es hora de despertar los sentidos, sometiéndolos a todos los placeres y preparándose para el periodo de trabajo marcado por la primavera. El Carnaval, significa un canto a la abundancia, a la perversión, al disfrute sensual, la época de la iniciación a la sexualidad y también representa una burla y un desafío al poder jerárquico. Durante las bacanales, a Baco se le cantaba el Ditirambo; el coro que lo hacía iba disfrazado de sátiro y frente a él aparecía el sacerdote del dios conduciendo un barco sobre ruedas al que llamaban "carrus navalis" (carro marino o naval), y que los romanos pronunciaban " carnavalis" Mientras que Carnestolendas, como también se lo llama al carnaval, proviene de "caro", carnes, y "tollo", tapar, términos que parecerían aludir al disfraz.
 
La máscara asimila al porteador al elemento del que toma la fisonomía. Condenada por la Iglesia, pues rompía la semejanza entre el hombre y su creador, reconsiderándola un ídolo diabólico. Las autoridades también temían a las máscaras, pues convertían en irreconocibles a los autores de los delitos. La devoción del hombre por usar máscaras puede encontrarse ya en el antiguo Egipto o en Grecia, e incluso en el teatro japonés. Pero en el carnaval propiamente dicho fue Italia la que adoptó la careta, más precisamente Venecia, donde se usó no sólo como vehículo de alegría sino que sirvió para guardar el incógnito y gozar de impunidad en venganzas y conspiraciones, aunque también facilitó romances y amoríos.

Máscaras venecianas. Detalle de el rinoceronte.Pietro Longhi

La costumbre de arrojarse distintos tipos de elementos también fue heredada de los romanos, quienes se divertían tirando con fuerza confites de menta, rosa o anís a la cara de los transeúntes; de aquel habito fue que se adoptó el papel picado. Pero este, como lo conocemos hoy en día, tuvo su origen en una imprenta de París. Allí, un obrero que perforaba pliegos de papeles de colores, al ver caer los redondelitos sobrantes los juntó y se los regaló a su hijo; el obsequio no sólo causó sensación entre los niños sino también en los adultos, quienes comenzaron a encargarle bolsitas de papel picado para arrojarlo durante los días de carnaval. 


En esos antiguos festejos de los romanos, se entregaban a los designios de una deidad de la mitología griega, el rey Momo, dios de la burla y la locura, famoso por divertir a los dioses del Olimpo con sus criticas agudas y mímica grotesca. Era considerado el dios de los escritores y poetas, con un espíritu de inculpación malintencionada y crítica injusta. Es considerado el rey de los Carnavales, en la mayoría de las naciones de América Latina (Brasil, Venezuela y Colombia). Su aparición significa el inicio de las fiestas de Carnaval. Para interpretar dicho papel se elige un hombre alto y gordo a quien el alcalde le suele entregar las llaves de la ciudad durante el periodo de carnaval.





Con el correr de los años, el carnaval tomó formas y estilos diferentes según cada país. Se celebra en casi todos los rincones del mundo y Madrid no iba a ser la excepción.
Las fiestas populares introducían las estaciones: las romerías de febrero a mayo (primavera), las de  San Juan y San Pedro (verano) y el Carnaval (final del invierno). Estas fiestas no eran las más numerosas de aquel Madrid conventual (abundaban las de parroquias y cofradías) pero eran las que incluían a más madrileños, porque sin más organización que la de la costumbre, todos eran bienvenidos y es durante el Renacimiento,cuando el mundo cristiano se liberó de la opresión eclesiástica ejercida durante siglos.


De todas las fiestas populares los carnavales son los que nos son más conocidos por la regulación que precisaban por el hecho de ser costumbre las bromas pesadas y otras formas de “violencia ritual”. Desde finales del XVI se hizo costumbre en Madrid el pregón del carnaval, que prohibía una serie de actividades que debemos entender eran habituales. Decía el de 1636:

«que ninguna persona osada de hacer ni vender huevos que llaman de azahar para tirar, ninguna persona sea osada los tres días de Carnestolendas de tirarlos. Ni pellas de nieve ni de otra cosa, ni echar mazas de estopa ni de otra cosa, ni tirar salvado ni harina, ni jeringazos de agua ni otra cosa, ni naranjas, ni traer ni dar vejigazos”. (“vejigas” eran burlas o engaños).

Las Carnestolendas representaban la inversión de valores…pero controlada. La licencia por unas fechas, y bajo control relajado de los alguaciles, para la transgresión como válvula de escape de las clases populares. En el fondo el objetivo es que todo siga igual. La prueba es que si bien es cierto que las autoridades tenían órdenes directas de “dejar hacer” en épocas de especial inestabilidad social se tomaban medidas especiales de orden público. En cualquier caso los carnavales son las fiestas de la violencia ritual: se tiran huevos, se mantea, se representan burlas… aunque inevitablemente a veces la violencia ritual se desborda.
 
En un Madrid repleto de analfabetos las representaciones teatrales -en teatros o en las calles, por profesionales o vecinos- eran una importante forma de comunicación. Eran frecuentes en carnavales aquellas que invertían las imágenes del mundo oficial, que por unos días representaban el mundo al revés, como el hecho de mantear al pelele vestido de “petimetre”, o las gentes disfrazadas de religiosos, que recibían las más variadas burlas.

Grabado antiguo (1895) - Xilografía - Madrid El CarnavalLos Bandidos Sevillanos Comparsa Andal


Este tipo de burlas no solo se realizaban durante los días del carnaval, sino que se alargaban mucho más: tres semanas antes del carnaval se celebraba por los hombres casados el “jueves de compadres”; al que seguía la fiesta de las casadas, el “jueves de comadres”; e incluso a mitad de la cuaresma se celebraba la pantomima conocida como “Partir la vieja” (así se representaba a Doña Cuaresma).

Son los comerciantes y vecinos quienes organizan las fiestas populares más auténticas, ya en el XVII eran los artesanos quienes representaban sus propias comedias y bailes con los vecinos, y aunque los bailes de máscaras están documentados sólo a partir del XVIII, consta por ciertas descripciones que ya antes era habitual el hecho de disfrazarse.


Había en Madrid otra ciudad, la de la corte, con su propio carnaval cortesano, donde también habitaban el desorden y la burla. Se sabe que en 1623 se pudo ver al Conde Duque de Olivares vestido de portero y al almirante de Castilla vestido de mujer, mientras que los escribanos abrían la marcha con un letrero en el que se leía “Los gatos de la villa”, y los carros de basura marchaban en caravana.

Eran los tiempos de los Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II), a los que les gustaba acudir a los corrales de comedias públicos y romerías como espectadores. Los  aristócratas, aficionados a estas fiestas, también celebraban desfiles de carnaval en el antiguo Alcázar, residencia real de los Austrias. 

Escena de Carnaval. Domenico Tiépolo.

Alcanzaron su máximo esplendor en Madrid en el siglo XVIII. En esa época, los bailes de disfraces eran una de las tradiciones de la aristocracia, mientras que entre el pueblo llano lo eran las mojigangas, unas comitivas de madrileños con caretas de animales y disfraces que recorrían las calles con danzas burlescas alusivas a personajes y acontecimientos de la vida cotidiana, la política y los cotilleos de la villa. Además se manteaban peleles, incluso a personas y animales. El pintor Francisco de Goya plasmó en sus pinturas la tradición del carnaval madrileño. 


Con el siglo XVIII y los Borbones llegaron los bailes de máscaras de gusto europeo y las fiestas de carnaval se separan en dos definitivamente: una para la corte y otra para las clases populares. Era moda dieciochesca en las clases altas el rechazo por las formas ruidosas de la plebe y el acercamiento afrancesado al aislamiento de los salones literarios.


Carlos III, el mejor alcalde de Madrid  los prohibió y no fueron restablecidos hasta el corto periodo de José I Bonaparte, que organizó unos carnavales municipales en el Teatro de los Caños del Peral en 1811, junto a la actual Plaza de Isabel II.


Durante todo el siglo XIX los carnavales siguieron congregando a los madrileños al desenfreno, conservando, ya sacados algunos de contexto, los mismos ritos de los siglos XVII y XVIII. Pio Baroja cuenta en sus memorias como en el último cuarto de siglo en el Madrid periférico y obrero pudo aún presenciarlos: “dos o tres veces vi el manteamiento del pelele como en uno de los tapices de Goya. No era fácil hablar con aquella gente, porque el hombre de las afueras es desconfiado y suspicaz”. Aún hoy en muchos puntos de Castilla se conservan ecos de aquellos manteos en distintas fiestas populares.

El manteo o El Pelele. Goya


Durante el primer tercio de siglo XX el Carnaval en Madrid se celebraba con concursos de carrozas en el Paseo de la Castellana, hasta que estalló la Guerra Civil;  una vez finalizada,  D. Francisco Franco, prohibió los carnavales durante 44 años, con la excusa de evitar disturbios,  aunque no se perdió del todo gracias a la Alegre Cofradía del Entierro de la Sardina, fundada en los años 50 por un comerciante del Rastro. Se recuperó así una tradición típicamente madrileña, el Entierro de la Sardina, que se celebraba en la semiclandestinidad cada Miércoles de Carnaval o Miércoles de Ceniza. Hasta 1980 no se recuperó íntegramente la tradición carnavalesca, con D. Enrique Tierno Galván, primer alcalde democrático de Madrid.


Prohibición




Sobre la tradición de enterrar una sardina para representar a Don Carnal hay varias versiones:

Una dice que los trabajadores madrileños del siglo XVIII solían comer a media mañana un trozo de pan con una loncha de tocino o panceta que llamaban ‘sardina’, significando la prohibición de comer carne y que con el entierro se representaba el ayuno que vendría los días de la Cuaresma. 

Otra afirma que en época de Carlos III ( s. XVII) quiso celebrar el fin del carnaval con los plebeyos. Se trajo hasta Madrid un cargamento de sardinas frescas para sumarlo a la fiesta de Carnaval en una fiesta campestre, pero coincidió con unos excepcionales días de calor y las sardinas se pudrieron. Con un olor tan horrible impregnando el aire, todo el mundo quería eliminarlo y se dieron cuenta de que la única manera de hacerlo era enterrarlas. Una vez que las enterraron, la multitud se echó a llorar ante la idea de dejar de recibir comida gratis y tener que comenzar el periodo de abstinencia previo a la Pascua. 

Una tercera teoría apunta que cuando se acercaba dicho periodo, un pequeño cerdo o cerdina sacrificado (cerdina es un diminutivo de cerdo) o en su defecto un trozo de ello, se enterraba el primer día de la Cuaresma en representación de los alimentos que tendrían que eliminarse de la alimentación durante este período. Dado que la comunicación se transmitía oralmente, cerdina se convirtió en sardina como parte de la tradición transmitida a otras partes del país.

Grabado de 1847. El Entierro de la Sardina.


Hay investigadores opinan que el Entierro de la Sardina, se realizaba para lograr abundante pesca.

El Entierro de la Sardina de Madrid, tal como hoy día se celebra, se inicia sobre primera la mitad del siglo XIX, cuando un grupo de estudiantes de Madrid, reunidos en la Farmacia de San Antón, decidieron realizar un cortejo fúnebre presidido por una sardina, simbolizando el ayuno y la abstinencia, para así revivir el festejo carnavalesco que se celebraba en Madrid el Miércoles de Ceniza.

Goya pintó El entierro de la sardina, que refleja una tradición carnavalesca que celebraba el último día de estas fiestas de Carnaval. Lo pinta entre 1812 y 1819 y guarda relación con una serie de cuadros de gabinete de costumbres españolas, si bien estas están muy alejadas de los temas y la estética rococó y neoclásica de los cartones para tapices. El conjunto incluiría Corrida de toros en un pueblo, Procesión de disciplinantes, Auto de fe de la Inquisición y Casa de locos, todos ellos fechados entre 1815 y 1819.

Entierro de la Sardina. Goya


En la actualidad, el carnaval madrileño comienza con la lectura del pregón por parte de un personaje famoso en la Plaza de la Villa. Antes se ha elegido a la Musa del Carnaval, que presidirá  el desfile de disfraces que recorre algunas de las principales calles del centro de la ciudad. Durante los días siguientes se celebran actividades carnavalescas en algunos puntos de la ciudad, como la plaza Mayor, promovidas por asociaciones de vecinos y encuentros de murgas y comparsas. Otro de los actos más destacados de estas fiestas es el baile de disfraces que organiza el Círculo de Bellas Artes la noche del sábado al domingo. El baile de máscaras se realiza en los salones: el Salón de Baile, la Sala de Columnas y la Pecera, para dar paso después a una larga noche de fiesta amenizado toda la noche por destacados djs  (actualmente) y fantásticas orquestas. 



Tradicionalmente, el  Martes de Carnaval tiene lugar el combate entre Don Carnal y Doña Cuaresma, que representan, respectivamente, los excesos y la juerga pasados, y el recogimiento y austeridad durante los próximos 40 días antes de la Semana Santa, según marca la tradición cristiana. Termina el combate con el juicio y muerte de Don Carnal.

Batalla entre D. Carnal y Dña CUaresma.


El día siguiente, Miércoles de Ceniza, finaliza el Carnaval con la parodia fúnebre del Entierro de la Sardina. El entierro de la sardina, supone la finalización del periodo de mundo al revés, permitido en el carnaval, con su trasgresión de los valores vigentes, su interés por los instintos primarios, el protagonismo del pueblo llano frente a las instituciones y el predominio del caos frente al orden. 

Ese día, desde por la mañana, los miembros de la Alegre Cofradía del Entierro de la Sardina, de riguroso luto, con capa, y chistera los hombres, incluso se pueden vestir de viudas inconsolables y con mantilla las mujeres, encabezan la comitiva que acompaña a un féretro que contiene a la finiquitada sardina por las calles de la ciudad y una réplica del cuadro de Goya. La sardina es el símbolo del libertinaje carnal que representa el carnaval, representando con ello el fin de los placeres carnales y el comienzo del periodo de ayuno religioso.


Entierro de la Sardina.

 


La gente llora porque ha finalizado la temporada festiva y ahora se inicia la época de penitencia y observancia religiosa marcada por la Cuaresma. La procesión consta de una carroza adornada con palmas, flores y otras ofrendas con la sardina en su interior, un fiscal público va abriendo las calles para permitir el paso de la procesión carnavalesca, mientras un falso cura y un monaguillo que se encargan de la ceremonia religiosa.

Las viudas siguen a la carroza fúnebre, mientras confiesan sus pecados al falso cura y lloran la muerte de la sardina con falsos llantos y grandes gritos. El personaje del diablo intenta impedir el paso de la sardina para llevársela, pero un grupo de policías repele al diablo y mantienen el orden entre la procesión. 

Realizan diversas paradas en tabernas y restaurantes durante , hasta llegar a la Ermita de San Antonio de la Florida para rendir homenaje al pintor Francisco de Goya. Finaliza el trayecto junto a la Fuente de los Pajaritos, en la Casa de Campo, donde se entierra a la sardina y una gran fogata que quema malos pensamientos y sentiminietos. Dicho entierro tiene un símil en celebración francesa-americana del Mardi Gras, que se celebra el Martes de Carnaval.

Finalmente se da entierro a la sardina, entre el llanto y dolor de haber finalizado el Carnaval.



El carnaval se ha convertido en un festival lleno de color y disfraces donde cada persona puede encarnar al mas variopinto personaje. Normalmente, se le da importancia a la originalidad de los disfraces, cuanto mas inusuales, mejor. Se ha convertido en una tradición que pasa de padres a hijos. Además, en los colegios promueven esta festividad, haciendo que los mas pequeños se disfracen.




Como muchas tradiciones en España, esta peculiar fiesta se celebra de diferentes maneras dependiendo de dónde nos encontremos, pero la esencia de la fiesta sigue siendo la misma. El periodo de sacrificio y restricción que es la Cuaresma se inicia con un afable sentido del humor y la creencia optimista de que el mundo siempre puede ser un lugar mejor.

No sería justo que desde esta pagina no se hiciera una pequeña mención a todos esos carnavales que se celebran en toda España. He aquí algunos de ellos:

  • Carnaval de Águilas-Murcia: Es el carnaval más emblemático de la Región de Murcia y uno de los más famosos de España. Fue declarado en el año 1997, como Fiesta de Interés Turístico Nacional. La bebida que siempre acompaña en Carnaval es la Cuerva, una bebida espirituosa compuesta por frutas y diversos alcoholes, que se ha coronado como la bebida emblemática de esta fiesta. Es muy típico por sus desfiles de disfraces, y tiene también significación la parte más lúdica, con las máscaras y el juergeo nocturno. También es una curiosidad de la zona los llamados cascarones, que son cáscaras de huevo vacías, rellenas de confetti, que se rompen unos a otros en la cabeza.  
     En cuanto a sus orígenes, si nos remontamos a la antigüedad de testimonios gráficos tenemos fotos de principio de siglo, en concreto de 1903; el testimonio oral nos llevaría al primer tercio del siglo XIX.
  • Carnaval de Tenerife: Santa Cruz de Tenerife, se ha convertido en la más popular, la más multitudinaria y participativa de cuantas se celebran hoy en día en la Comunidad Europea; una fiesta que, desde 1980, tiene la distinción de ser declarada oficialmente “Fiesta de Interés Turístico Internacional” Es considerado el segundo carnaval más popular y conocido internacionalmente, después de los que se celebran en Río de Janeiro. 
  • Carnaval de Las Palmas: El Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria es una de las fiestas más antiguas, con más historia y carácter propio, que se celebra en la ciudad del mismo nombre Más de cinco siglos de vida han hecho de esta fiesta popular, la de mayor arraigo y una de las más multitudinaria del municipio capitalino de la isla de Gran Canaria y uno de los de mayor relevancia del país y del mundo. En junio de 2011 obtuvo la declaración como Fiesta de Interés Turístico de Canarias. 
  • Carnaval de Cádiz: El Carnaval de Cádiz es uno de los carnavales más famosos de España por lo que ha sido reconocido (conjuntamente con el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife), como de Interés Turístico Internacional (únicos en España con tal distinción). En julio de 2009, entró a formar parte de la lista de los diez Tesoros del Patrimonio Cultural Inmaterial de España. 

    Los orígenes del carnaval de Cádiz se remontan a la segunda mitad del siglo XV, con la llegada a la ciudad de comerciantes genoveses y se va consolidando en los siglos siguientes, sobre todo a raíz de que la ciudad se convirtiera en el principal puerto del Imperio Español hacia América.Con la llegada de la democracia a finales de los 70, el carnaval volvió a la calle y recuperó su esplendor. Desde entonces la fiesta ha evolucionado atravesando el marco de lo local porque cada año son más los aficionados de todos los puntos del país, y también de más allá de sus fronteras que vienen a Cádiz,  atraídos sobre todo por la fiesta en la calle.   

  • Carnaval de Badajoz: El Carnaval de Badajoz está considerado como uno de los tres mejores carnavales de España y declarado de Interés Turístico Nacional por el gobierno de España, tiene como principal característica la amplia participación popular, convirtiéndose las calles de la ciudad extremeña en una masiva fiesta de disfraces, siendo extraño ver a partir de las 22:00 horas a una persona en toda la ciudad sin llevar un disfraz o máscara en las noches. Se calcula que mas de 80.000 personas llenan las calles. 
  • Carnaval de Ciudad Real: Ciudad Real celebra cada año las fiestas de Carnaval con una dosis de alegría y emoción desmesuradas, llenando sus calles de color, música y diversión. Su desfile ha sido declarado de interés turístico regional..  
  • Máscaras en Alconchel: El Carnaval de esta localidad pacense es atípico en cuanto a la fecha en la que se celebra, pues aunque comienza el domingo de Carnaval con la lectura del pregón y el primero de los desfiles, los eventos centrales de la fiesta tienen lugar en Cuaresma. En los años de prohibición, durante la Guerra Civil, fueron muchos los vecinos de Alconchel que fueron a la cárcel por no resignarse a perder los Carnavales. El jueves, pasado ya el miércoles de ceniza, tiene lugar el día de la máscara, siendo algo individual e improvisado, donde la gente toma las calles. De noche se concentran en la plaza para participar en el concurso. El viernes es el día de la entrega, en la que los participantes formando un corro se lanza cantaros de barro hasta que rompen. El sábado hay desfiles, comparsas y demás actos festivos, para ya de madrugada dejar paso al ³entierro de la sardina², en donde se reparten sardinas asadas a todos los asistentes acompañadas de sangría, constituyendo un sabroso colofón de fiestas.  

  • Carnaval de Lanzarote: Siendo Lanzarote la primera isla conquistada, existe la creencia, aunque sin constatar de manera documental, que se trata de los carnavales más antiguos del archipiélago canario. Dice la tradición que antaño se salía disfrazado con la cara tiznada con un corcho quemado. El Carnaval se apodera de la isla. 10 días de disfraces, desfiles y jolgorio en la calle. La mascarada es la fiesta más divertida e intrépida de Lanzarote. Época de risas, bailes y cánticos, burlas y carantoñas, alcohol y mucho desenfreno. 
  • Carnaval de La Palma: El Carnaval de Santa Cruz de La Palma está marcado por la celebración durante el lunes de Carnaval del desembarco de Los Indianos. A ritmo de sones cubanos, en medio de una batalla campal de polvos de talco, el único requisito es ir vestido de impoluto blanco de los pies a la cabeza. Los indianos (el término proviene de "los que emigraron a Las Indias", tierras americanas) son aquellos emigrantes retornados de Cuba, que a su llegada hacían alarde y ostentación de la riqueza obtenida en aquellas tierras. 
  • Carnaval Manchego en Herencia: La localidad manchega de Herencia, provincia de Ciudad Real, tiene entre sus fiestas de mayor raigambre el Carnaval. Sus orígenes se pierden en el tiempo, incluso en los tiempos de la prohibición siguió celebrándose bajo el nombre de Fiesta de las Animas. El domingo anterior a la fiesta se le denomina como de las ³deseosas² (porque están deseando que llegue la fiesta), siendo el día de la máscara por excelencia. El martes se celebra el ofertorio, desfile de carrozas, murgas, charangas y máscaras espontáneas llegadas de muchos puntos de España. Los protagonistas de la fiesta son las máscaras callejeras, éstas se cubren la cabeza con telas antiguas. Nadie les debe conocer y la tradición dicta que está prohibido tratar de retirar el disfraz. También participan en los abundantes pasacalles que se suceden, en los que desfilan gigantes y cabezudos, ginetas (parejas de niños disfrazados que representan a los diferentes gremios), además del tradicional Perlé (muñeco con chupete, ataviado con un pijama de rayas azules y blancas). Este último es toda una institución en la fiesta, hazmerreir de mayores y terror de los niños, pues aparece una semana antes de Carnaval, en la conocida semana de tambores, marchando a la par de gigantes y cabezudos. La fiesta llega a su fin con el multitudinario ³entierro de la sardina² y en Herencia comienzan a pensar en la próxima edición.

  • Carnaval de Ciudad Rodrigo: Se le conoce como Carnaval del Toro es la fiesta más popular de la localidad de Ciudad Rodrigo (provincia de Salamanca, Castilla y León. La característica principal, que hace a estos Carnavales únicos en España, es la celebración de encierros de toros, de ahí su nombre.  

    Es considerado por muchos como el más antiguo de España. Existe un documento de la época de los Reyes Católicos fechado en 1493, en el que precisamente se recrimina a Ciudad Rodrigo los excesivos gastos por las fiestas taurinas. Desde entonces, los encierros, las capeas y las corridas de toros son lo más conocido de la celebración. Y de todos ellos, el espectáculo más destacado es el encierro a caballo, en el que caballistas y garrochistas conducen a los toros bravos por el campo salmantino hasta llegar a la ciudad. que hace mención a estas fiestas.
  • Carnaval de Almiruete: En este pueblo manchego el Carnaval desapareció en 1960 recuperándose para disfrute de todos en 1985. Las botargas y las mascaritas son los verdaderos protagonistas de los Carnavales de Almiruete (Guadalajara). El sábado anterior a Carnaval se reúnen en secreto botargas y mascaritas para preparar los atuendos que lucirán durante los Carnavales, las máscaras de las botargas tienen aspecto fiero frente a la dulzura de las mascaritas. Llegada la fiesta las botargas ataviadas con polainas, cencerros, mantones, sombreros de diverso colorido atraviesan los campos y se aproximan a la ciudad, para más tarde entrar en ella bajo un ensordecedor estruendo provocado por los cencerros, señal que también sirve par avisar a los vecinos de Almiruete que el espectáculo comienza. En la plaza las botargas dan vueltas, siendo en la tercera cuando salen a buscar a las mascaritas. Una vez juntos vuelven a la plaza cargados de confetis y papelillos de colores, momento en el que comienza la batalla con los espectadores, acto lleno de risas y alegría distintivo de este Carnaval.
     
  •  Carnaval de Villanueva: El Carnaval de Villanueva es uno de los más tradicionales del mundo. La fiesta se concentra junto a un muñeco hecho de trapo y paja, con cabeza de madera y que se le conoce con el nombre propio de El Peropalo. Se caracteriza por la importancia de la tradición, pues, junto a los ritos del Peropalo, conserva y se resalta durante todo el festejo, tanto la vestimenta como, sobre todo, la canción tradicional.
  • Carnaval de Laza-Orense: El Carnaval de Laza es una festividad de carácter tradicional que durante los días anteriores al Miércoles de Ceniza se realiza en el pueblo de Laza, Orense, España. Es considerado el Carnaval con mayor antigüedad y esplendor de Galicia. En Laza los carnavales son de lo más ancestrales y de los que realmente siguen la tradición. El peliqueiro es el personaje central. Existen otros personajes secundarios, como la morena y el maragato. Conviene decir que el Peliqueiro es la máscara del Entroido o carnaval de Laza, no es un disfraz, es una máscara.
  • Carnaval de Solsona, Lleida: Es uno de los carnavales más importantes. Son los días de la gran farsa, días en los que vivir e interpretar esos personajes que casi cada habitante de Solsona crea. El disfraz como representación de maneras de ver la vida, buscando quitar todo el jugo a unos días en que la transgresión está permitida...es la katharsis. Es desde 1971 cuando empieza a tomar fuerza el carnaval en Solsona, que es considerado Fiesta de Interés Turístico desde el año 1978. 

    Los gigantes y cabezudos, las máscaras, la música, la juerga, inundan las calles, y hacen aún más fácil esa mutación en el personaje que uno viste, ya que la palabra ridículo acaba desapareciendo de los vocabularios en Solsona, y todos aprovechan para dar rienda suelta a algunas de las pulsiones internas. El carnaval es una fiesta muy vivida en Solsona.
  • Carnaval de Navarra: El Carnaval fue una de las formas más contundentes y expresivas de la festividad en el pasado. Una fiesta en la que todos los miembros de la comunidad participaban de una u otra forma; todos eran actores y espectadores en las calles y en las plazas. 

    Era una época de postulaciones, de disfraces grotescos, de figuras amables, de monstruos míticos, de monigotes enigmáticos, de canciones repetidas, de bailes alegres, de danzas rituales, de cortejos en un orden orden caótico, de carrozas adornadas, de comedias, de excesos, de abusos, de violencia.
    Durante el siglo XX hemos asistido a la desaparición de muchísimos carnavales de Navarra y a la recuperación de unos pocos, como el de Alsasua, Pamplona y pocos más. En muchos casos la razón exclusiva de la pérdida de estos festejos era un simple decreto gubernativo que, haciéndose eco del catolicismo social, fuertemente arraigado en la sociedad navarra, ponía fin de forma imperativa a unas carnestolendas que pecaban de irreverente, excesivamente profanas y, en algunos casos, incluso sacrílegas.

    De los muchos carnavales rurales que existían en Navarra, han llegado hasta nuestros días varios que conservan una gran riqueza folclórica y etnográfica. Entre los más conocidos se encuentran los de lturen y Zubieta, Lantz, Alsasua, Goizueta, Arizkun y Valcarlos, estos últimos trasladados al domingo de Pascua.
     
  • Carnaval de Isla Cristina: El carnaval de Isla Cristina representa la manifestación festiva más popular, espontánea y arraigada de la localidad. Probablemente se comenzó a celebrar con anterioridad a las Fiestas del Rosario (1789), con lo cual se convertiría además en la más antigua; esto, por ahora, no lo podemos demostrar documentalmente.

    Como muy bien dice Biedma Viso, las fiestas del carnaval siguieron celebrándose durante todo el siglo XIX cada vez con mayor relieve y consistencia, alcanzándose su consolidación, como veremos, a mediados del siglo. 


    Las primeras noticias acerca del carnaval de Isla Cristina las encontramos en una serie de "prevenciones" o normas que en 1832 dicta Lorenzo Elías como presidente del Ayuntamiento con el fin salvaguardar la inmoralidad general de sus gobernadores.

    Pocos años más tarde, en 1876, se elaboraron las primeras Ordenanzas Municipales de Isla Cristina hasta ahora conocidas. El Carnaval, como no podía ser de otro modo, queda recogida en dichas normas en el capítulo "Festividades Populares", exclusivamente destinado regularlo, como más adelante veremos. Lo verdaderamente interesante de este capítulo es la articulación de las normas y comportamiento en el Teatro. Ello nos permite deducir que por esa época ya se realizaban actividades carnavalescas en el marco del teatro, lo cual supuso un importantísimo ingrediente a la fiesta.

    La profunda transformación económica, social y cultural que experimentó Isla Cristina desde los primeros años del siglo XX también tendría gran repercusión sobre el Carnaval, lográndose niveles artísticos y musicales insospechados. Las altas cotas de calidad alcanzadas en las manifestaciones carnavalescas de este siglo dejó en la sombra a las ancestrales celebraciones; sin embargo, no son pocos, como hemos visto, los testimonios documentales y personales que nos recuerdan una época en la que los Carnavales isleños también tuvieron su importancia. 
  • Carnaval en el Valle de Bielsa: La localidad de Bielsa, sita en la comarca de Sobrarbe, celebra uno de los Carnavales más populares y multitudinarios del Alto Aragón. Su celebración está cargada de tradición y simbolismo que permite a los visitantes participar activamente de ella. Bielsa se encuentra ubicada en la unión de los ríos Cinca y Barrosa, en tan privilegiado enclave tienen lugar durante tres días los Carnavales belsetanos. Tradición de hondas raíces donde los turístas podrán disfrutar de figuras carnavalescas únicas. Las Trangas son las figuras masculinas del Carnaval, ataviados con pieles de animales, camisa de cuadros, largas faldas, cuernos sobre la cabeza, cencerros en la zona lumbar y la cara embetunada. Representan la fuerza masculina, golpeando el suelo sin cesar con un largo bastón. Anuncian el comienzo de la primavera, además de que ahuyentan a los malos espíritus. Las madamas son la figuras femeninas, representan la pureza virginal, por ello es un papel reservado a belsetanas solteras. Su vestido está cosido directamente al cuerpo, por lo tanto para quitarle el vestido tendrá que ser rasgado. Ambos, Trangas y Madamas, son los protagonistas del acto central del Carnaval del valle de Bielsa, se trata de la Ronda. Del brazo recorren todo el pueblo acompañados de una charanga para más tarde regresar a la plaza donde comienza el baile. El rigor invernal hace que el baile se traslade posteriormente al local social del pueblo, perfectamente acondicionado para la ocasión. Otras figuras destacadas de este típico festejo son los "osos y domadores": representación de una parodia con mucha acogida entre los más pequeños. El "Amontato", representado por una figura femenina que lleva a sus espaldas un hombre, hace referencia al machismo reinante en la zona donde se infravalora el trabajo de la mujer. La fiesta termina con la quema de "Cornelio", considerado el causante de todos los males que acechan a los habitantes de la región. 




   

 MASCARAS A PIE EN EL PASEO DEL PINTOR ROSALES 1925


 

miércoles, 20 de enero de 2016

AL RICO BARQUILLO.... PARA EL ÑIÑO Y LA NIÑA....!!!

Los barquillos, el juego del clavo, la barquillera, .... tradición, cultura y oficio. Todo aunado en una sola persona, el barquillero, el cual aparecía por una esquina,  y al grito de: !Al rico barquillo.....! a modo de llamada, atraia a la chiquilleria.. Olor a canela, a limón, soniquete del crac, crac continuado de  la ruleta, ojillos de ilusión, sonrisas de alegria al haber ganado unos cuantos barquillos....





Parece ser que el origen de los barquillos se puede encontrar directamente a principios del cristianismo, y que derivan directamente del pan divino (pan de ángel) y que se repartía a los fieles en las iglesias. Desde entonces su composición ha ido evolucionando ligeramente.

El barquillo, en su definición, es una hoja delgada de pasta de harina sin levadura, azúcar y alguna esencia, a la que se da forma convexa de canuto.

La primera documentación que se tiene del proceso de elaboración de los barquillos se remonta a los s. IX y XII en los monasterios. Más tarde se empezaron a fabricar por los panaderos hasta que aparece el especialista barquillero u obleero.

En los monasterios, copiaban las recetas, las realizaban y modificaban en sus talleres, siendo uno de estos barquillos, tomado y elaborado, para ser degustado por estas congregaciones, y posteriormente vendida al público. Es por eso que los religiosos han legado a la pastelería una gran cantidad de elaboraciones que han llegado a nuestros días. 

La metamorfosis para convertirse de elemento de devoción, a convertirse en dulce y postre, es en causa, con toda seguridad, debido a que las congregaciones religiosas, eran gourmet refinados. En la Edad Media se vendían por la calle y su consumo estaba muy extendido.

En Zaragoza, Madrid, en innumerables ciudades, han aparecido historias y personajes ligados al barquillo, por ejemplo en Madrid, es típica la figura del barquillero, y es costumbre verlos en ocasiones y fiestas señaladas.

Se han encontrado utensilios de fabricar barquillos, que datan del año 1440, y que llevan grabados los escudos heráldicos de la casa real de Aragón, y que posiblemente estos utensilios y su dueño barquillero, pertenecieran a Juan II de Navarra y Aragón, y que el objetivo de la decoración heráldica de estos utensilios, no era otra que mostrar la supremacía y poder la corona y del rey de Aragón.

Es también costumbre, servir barquillos en Navidad, en Cataluña. Ya en el año 1168, el obispo de Lleida, ordenó que fuesen servidos a cada uno de sus familiares seis barquillos a mediodía y cuatro al cenar, por su parte el obispo de Urgell, dictó un bando donde indicaba, que a los religiosos se sirvieran veinte barquillos en vez de turrones.

De todas formas, los barquillos han pasado a la historia, como postres exquisitos, y empezaron a formar parte de los banquetes más importantes, o bien en recepciones, se tiene conocimiento, ya en tiempos de la Grecia clásica, de datos acerca de estos productos, pero no se comenzaron a perfeccionar, hasta ya en el año 1344, de manos de Pedro El Ceremonioso y en adelante, seguirían siendo utilizados por la mayoría de reyes y gobernantes Españoles en sus actos.

La tradición del gasto de barquillos en el Occidente Europeo, es larga. Las noticias sobre ellos en el mundo medieval son abundantes. Los barquillos eran sumamente populares, y se comían en la mayoría de las mesas de los reyes, en las de los grandes señores, en la de los burgueses, y también se vendían por las calles. Un ejemplo de ellos, es un convite de Jaime I, donde esta documentado que se sirvieron barquillos con miel.

Su elaboración artesanal no era fácil, primero se tenía que mezclar la manteca con el azúcar, luego añadir la harina. En un perol grande se iba mezclando todo junto con la leche, los huevos, la vainilla, la canela. Se utilizaba para mezclar un trozo de remo de barca y se tenía que conseguir una pasta muy fina. Se dejaba reposar dos horas y se cocía con tres juegos de platos aguantados con una estructura de hierro, antes de que se enfriara la hoja de pasta con un palito se enrollaba la pasta formando un canuto.

El nombre de barquillo procede del hecho en que originalmente  se calentaba la pasta en moldes que tenían una forma convexa o de barco.

El oficio de barquillero fue una actividad ambulante, dentro del gremio de la repostería, que favorecía el sostenimiento económico de las familias. Los barquillos se fabricaban durante gran parte del año en las especialidades de barquillo y galleta.

Los barquilleros salían a la venta cargados con el bombo (barquillera) sobre sus espaldas, se posicionaban en los puntos de mayor afluencia donde se encontraban los ciudadanos de paseo, de fiesta, en ferias o romerías, y hacían sonar la carraca de la ruleta para llamar la atención de niños y mayores a saborear el rico barquillo. También se vendían barquillos en forma de abanico, portados en bandeja, en la estación del tren a la llegada del correo, para los señores pasajeros, sirviéndolos por la ventanilla.

Elaboración de los barquillos artesanales

La elaboración de los barquillos era obra del propio barquillero, en algunos casos ayudado por su mujer o por los hijos, y eran preparados inmediatamente antes de salir a venderlos para que se mantuvieran crujientes.

El barquillo se hacía a partir de la oblea, fina lámina de pasta crujiente. Sus principales ingredientes: harina de trigo sin levadura (partiendo en algunas ocasiones de la compra del grano, para garantizar la calidad de la misma), azúcar, agua, aceite y en algunos casos un poco de canela. Se realizaba la mezcla en una caldereta donde se ponía la harina y se iban añadiendo el resto de ingredientes revolviendo hasta conseguir una lechada homogénea, sin grumos, que se pasaba a una cafetera para dosificar la cantidad que es necesario para su tostado en las planchas.




Previamente se había preparado el hornillo, cajón realizado con ladrillos refractarios, el cual se atizaba con carbón de cok y en su parte superior se colocaba la parrilla que servía de soporte a las planchas de hierro donde se tostaba la masa. Se despegaba esta con cuidado dándole a continuación la forma deseada cuando aún estaba caliente, pues era entonces dúctil, porque cuando se enfriaba se volvía rígida y quebradiza. Así se realizaban los cucuruchos, enrollando la oblea en un molde de madera de forma cónica y se giraba sobre él con un pequeño rodillo. Las obleas podían ser dobladas (abanicos) o enrolladas (canutillos). Las galletas juntando 20 obleas se cortaban con un serrucho fino de carpintero.

Para darles un sabor más dulce, una vez tostados se rociaban con agua azucarada o miel en almíbar.

Las planchas son dos placas de hierro circulares de unos 22 cm . de diámetro y unos 2,5 cm . de espesor, cuyas caras internas tienen un relieve en forma de retícula, con dos largos mangos para evitar quemarse en su manipulación, y en el mismo eje que estos y en el extremo opuesto tienen una bisagra que cierra las planchas sobre sí mismas. La presión que ejercen las planchas hace que la oblea sea muy delgada. Para tostar las obleas se daba vuelta las planchas para que estas conservaran el mismo calor.

La barquillera

También se la conocía con el nombre de bombo. Era el recipiente para la conservación, transporte y venta de los barquillos. Su cabida es de 5 a 6 kilos. Se compone de un recipiente cilíndrico metálico, pintado normalmente de color rojo brillante con algún dibujo o con el nombre del barquillero, y con dos tiras de cuero para transportarlo a la espalda. En su tapa superior, que sirve de cierre hermético, tiene en el centro el mecanismo de una ruleta que se acciona dando un impulso con la mano a uno de sus pomos dorados que la hace girar y rozar su lengüeta flexible, elaborada partiendo del cuerno de una vaca, con un aro concéntrico sujetado por clavillos verticales que salen de la tapa y crean el espacio de cada división que tiene asignado un número del 0 al 9, quedando entre ellos espacios sin numerar. El giro de la lengüeta hacía sonar un carrasqueo que se iba silenciando hasta marcar la suerte obtenida en la tirada.
 
 


Tiradas a la ruleta.

En los últimos años la ruleta estaba de adorno, ya que estaba pactado el precio del barquillo. La ruleta, como siempre, era un juego. Este tenía varias modalidades, destacando entre ellas la apuesta con el barquillero al número mayor o menor y la tirada a raya. Previo pago anticipado, el cliente elegía el sentido de giro de la tirada. Se hacían tres tiradas y se iban sumando la cifra, que era la cantidad de barquillos ganados hasta ese momento; pero si en una de las tiradas caía en un espacio en blanco o pintado con una raya, el cliente perdía la cifra acumulada, y podía ser plantado antes de finalizar las tres tiradas.



Los barquilleros podian tener  bombo y/o bomba. La bomba se diferencia del bombo en que esta no tiene ruleta y los barquillos se venden a un precio fijo. 



Santos Yubero. 1935.


Desde el s. XIX, los barquilleros atabiados con el traje de chulapo deambulan por las calles de Madrid, vociferando su posible venta:  Al rico barquillo para el niño y la niña...! !Barquillos de canela y miel, que son ricos para la piel!  



Cargados con una barquillera, una cesta de mimbre y en algunas ocasiones una banqueta de madera, de las de tijera. Seguia gritando las excelencias de su producto, intentando conseguir una posible clientela, en su mayoria chiquillos que se arremolinaban a su alrededor. La ruleta a su vez, daba vueltas y el sonido de su carraca era inconfundible, la chiquilleria apuesta a los distintos números. Al grito de ! No va más! Si jugando hay mas de una persona, el que saca el menor número, pagará todos los barquillos; mientras que si juega sólo una, intentará probar suerte apostando y llevandose un barquillo por tirada, previo pago, si la suerte le sonríe. Todo esto... si la carraca no caia en la casilla del clavo, habia cuatro, en cuyo caso... a la voz de ! Clavo!, se perdía todo lo ganado.... He ahí la suerte. Pero la picaresca española, hace acto de presencia, y la barquillera se truca, bien aflojando los clavos, bien desnivelandola; razón por la cual, los clientes ya no quieren jugar, prefieren comprar los barquillos por un modico precio.
 
 
 
Varios han sido los barquilleros madrileños: el 'Gallego', que vendía en la Plaza de Oriente, el 'Asturiano' que caminaba por la calle Pintor Rosales, el 'Pirulo' y el 'Cacharra' en el Retiro...y por ahí andaba también el 'Chungaleta', Félix Cañas ( si os fijais en las barquilleras, éstas llevan rotuladas su apellido)


fuente: Madrid Antiguo.




Actualmente, en Madrid, solo existe un barquillero, Julián Cañas, descendiente directo de una familia de barquilleros castizos, de tronío. Cuarta generación; a saber, su tatarabuelo, Félix, San Antonio de la Florida; su abuelo, Francisco (1896), su padre, Félix (1931) y él, nacido en el barrio de Los Cármenes. Con tan sólo 12 años, acudía acompañado de su padre, a las distintas verbenas, con la ilusión y la esperanza de vender toda la mercancía. Regresaban de madrugada.
 
Retraro de Julián Cañas. Fuente: Web barquilleros de Madrid.
 

Hoy en día se le puede ver, deambulando por El Rastro, el Retiro, La Catedral de la Almudena, El Palacio de Oriente, y en las fiestas típicas de Madrid ( San Isidro, la Paloma, San Cayetano ...) Orgullos de ser quien es, de haber recibido el legado más valioso de manos de su padre, el oficio de barquillero. 
Quizás,  el legado pasará a manos de sus dos hijos, Julián y Jose Luis. 
 
 

De su pequeño obrador, en el Barrio de Lavapiés, salen a diario unos 500 barquillos destinados a hoteles, pastelerias.. y, como no, venta al público para deleitarnos, pues sus barquillos están realizados con sus manos, llenas de heridas, nudosas, pues enciende fuego y remueve la masa de harina de trigo, azúcar, vainilla, un chorrito de aceite y agua, nada de colorantes ni conservantes, todo natural y para consumir en el día. Los barquillos se elaboran de uno en uno. Un placer.

Julián Cañas.


Tradición, orgullo, satisfacción en palabras del propio Julián: 

"Historia de la familia Cañas , historia de Madrid. Yo, Julián Cañas, soy la historia de una familia de Barquilleros castizos, que ya son reliquia en nuestro Madrid, soy la cuarta generación. Vengo de antepasados, mi tatarabuelo se llamaba Félix que vivía en San Antonio de la Florida, al lado de Revertito, su padre Francisco Cañas nació en 1896, en 1908 empezó con la barquillera a ayudar a su padre, luego nació mi padre Félix Cañas Sacristán el día 10 de julio 1931, en la calle Valencia y bautizado en la iglesia de San Lorenzo. Mi padre tenía seis hermanos, cuatro salían a vender barquillos y los otros dos se quedaban a hacer el genero con su padre.Al terminar la guerra les era muy difícil hacer los barquillos, por falta de condimentos de azúcar y harina fundamental por ser parte de lo que ellos llevan. Después de pasados unos años se volvió a vender y salir a la calle vestidos con el traje típico madrileño, con su buen hacer se han ganado el cariño del público y sobre todo de los madrileños. Mi padre se casó con Mercedes y tuvieron diez hijos, yo soy el séptimo, y desde los catorce años mi padre me enseñó todo el secreto  de la artesanía del cubanito, parisien, oblea (galleta), corto y cono. En la actualidad, salgo a vender a sitios típicos y castizos como: El Rastro, el Retiro, La Catedral de la Almudena, El Palacio de Oriente, y en las fiestas típicas de Madrid (San Isidro, la Paloma, San Cayetano ...). Mi padre ya fallecido, me dejó una gran herencia, un oficio típico, el orgullo de ser de Madrid, y esto se le legaré a mis hijos Julián y José Luis, que en la actualidad ya empiezan a ayudarme a mantener la tradición familiar y cultural. Somos la única familia dedicada a la tradición del barquillo. ¡Al rico barquillo de canela para el nene y la nena, son de coco y valen poco, son de menta y alimentan, de vainilla ¡que maravilla!, y de limón que ricos, que ricos, que ricos que son! Dedicado al Chungaleta. ( mi padre)".

Me veo con mi abuelita materna paseando por El Parque del Buen Retiro de Madrid. Los barquilleros caminan por los caminos bajo los castaños de Indias. Llevan su barquilla y la ruleta de la suerte. Por unos pocos céntimos se puede probar fortuna. Sí. Son los barquilleros de Madrid y forman parte de mi infancia. Una de esas partes castizas e inolvidables que tanto me han servido para escribir con el ritmo popular de mis letras. Y es que la infancia, cuando se vive como parte intrínseca de nuestro acervo cultural de carácter imaginista, es una fuentes de datos de primer orden para saber quiénes somos porque sabemos de dónde partimos. Hacia el futuro está lo por descubrir pero no se pueden descubrir asuntos interesantes si no hemos vivido una infancia interesante. Y los barquilleros de Madrid forman parte de ese pasado interesante que nunca jamás olvidé. Enciendo mi "silverado" de vainilla y cierro mi Diario sabiendo recordar lo que vale de verdad para ser un costumbrista a la manera de Mesonero Romanos, por ejemplo.
 
Como algo grabado en mi memoria, a modo de dulce recuerdo, una fábrica de barquillos en la C/ del Doctor Esquerdo, ya desaparecida, casi llegando a la Pza de Manuel Becerra; donde mi abuela nos compraba de vez en cuando uno. Todavía me huele a canela y a miel.... 

La actividad del barquillero esta destinada a desaparecer como todas aquellas ventas ambulantes de productos tradicionales con un costoso coste de elaboración y un bajo precio de venta. El no ser una profesión viable no tiene porque ser motivo para desaparecer estas artesanas tradiciones y quedarse este producto solo en fabricación industrial sin darnos la posibilidad de poder contemplar la figura del barquillero haciendo felices a niños y mayores con el giro de la ruleta que nos dará de premio los ricos barquillos.
  

MADRID VERBENA DE LA PALOMA BARQUILLEROS de Jose Javier Martin Espartosa.Frirck

Ojalá esto sirva, para mantener la tradición y sigamos oyendo esa voz....
 
¡Al rico barquillo de canela para el nene y la nena, son coco y valen poco, son de menta y alimentan, de vainilla  ¡que maravilla!, y de limón que ricos, que ricos , que ricos que son!                                                                                                                
                                                      Dedicado al Chungaleta (Félix Cañas)
 
 
 
Vecino de Madrid, rodeado por barquillero, limpiabotas y dos vendedores ambulantes.